martes, 5 de octubre de 2010

Una voz ronca II


Escuchó voces, sintió como caía hacia atrás.
La luz comenzaba a disiparse hasta dejar ver una nueva habitación, no la del hospital.
La reconoció enseguida, la cama con las sabanas rosas, los peluches sobre la cama, la casita de muñecas con el tejado roto.
Era su habitación de la infancia. Había preferido olvidarla tiempo atrás, fue un refugio en tiempos de guerra, por así decirlo.
Por cómo se encontraba la habitación ella dedujo que se encontraba alrededor de 1984, cuando solo contaba con tres años, más o menos. Apenas tenía recuerdos de esa época, solo de su habitación y del perro con el que jugaba, Tomás, era el nombre? Puede ser. Moriría dos inviernos más tarde.

Su cara era la de una persona que no se cree lo que está pasando, acababa de tener una regresión de 24 años en un solo segundo. Miraba su alrededor con una mezcla de miedo y añoranza. Hasta que un ruido la sacó de su ensimismamiento, el de un coche que aparcaba bajo la casa. Miró por la ventana, vio el sauce con las cadenas y el neumático que hacía veces de columpio. Y vio el coche, y la persona que salía de el.
Su Padre.
No sabía qué hacer, ella tenía su cuerpo adulto, no la reconocerían si la viesen, sería una extraña.
Así que decidió bajar sigilosamente las escaleras, tenía que saber por qué estaba allí, por que razón su espíritu, por llamarlo de alguna forma había retrocedido al pasado.
Se ocultó bajo las escaleras al mismo tiempo que se abría la puerta de la calle. Efectivamente, era su padre.
Se tambaleaba de una pared a otra, parece que había bebido más de la cuenta esa tarde.
En su mano llevaba una barra metálica y avanzaba torpemente mascullando frases en las que solo se entendía, “voy a matarte”.
De una patada abrió la puerta del salón donde una figura femenina comenzó a gritar a la vez que el. Era su madre.
El se abalanzó sobre ella, golpeándole las costillas, que sonaban rotas como ramas de árbol. Ella gritaba cada vez más, pidiendo ayuda.
“¡¡¡Cállate puta!!!”.

Bajo la escalera, los nervios invadían su cuerpo, su mente no lo pensó, salió corriendo de su escondrijo hacia el salón, saltó sobre su padre derribándolo y haciéndole soltar la barra metálica. La madre estaba asustada, sus negras pupilas reflejaron dos siluetas en lucha. La barra se hundió en un cráneo. El camisón de la madre se tiñó de rojo.


La Habitación se tiñó de blanco.

-Posiblemente la fusión sea para mayo del mes que viene. Pero no estoy tan seguro, ojalá. Al menos ese ascenso me sirva para seguir pagando los costes del hospital.

Era su pareja, que agarrándole la mano, le contaba sus miserias del trabajo.

Había vuelto-
A la cama, a su coma.

Dejó de escuchar a su pareja, estaba harta de los problemas de su trabajo.
Dedicó esos momentos a pensar en la experiencia que acababa de vivir. Aún no sabía responder a todas las preguntas que se le pasaban por la cabeza.
Ha sido real?
Es un sueño?
Donde está el sobre?
Y el hombre de la voz ronca?


Tan ocupada estaba en sus propios pensamientos que no se dio cuenta de que su pareja se había marchado hacía rato y que era su madre la que le hablaba ahora.

-Mi niña, te debo tanto, tal es la compañía que me hiciste cuando murió tu padre, a manos de aquella mujer. Te debo tanto. Que estuvieses allí cuando ni siquiera eras consciente de los maltratos, ni supiste de la muerte de tu padre. Nunca te lo conté, he creído que este era un buen momento, pues nunca tuve valor para dejar de engañarte, tu padre merecía lo que le pasó. Te imaginas haber llevado una vida así por siempre? El miedo no me habría dejado abandonarle, ya me conoces. Habría estado fingiendo llevar un matrimonio feliz durante años. Ojalá pudiese ver a esa mujer de nuevo, ojalá reconociese su cara para darle gracias por salvarme la vida.



Comenzó a darse cuenta de lo que estaba pasando, había retrocedido al pasado, eso era seguro, pero había cambiado el futuro y le había mejorado, a pesar de no conocer la realidad que la envolvía, de no saber que su madre había sido maltratada durante años. Ahora se podía escuchar su voz, mucho más rejuvenecida, seguramente, si pudiese verle la cara, la vería más joven. 24 años sin notar la carga del maltrato.
Era de noche. Ella se juzgaba a si misma por no haberse dado cuenta antes de que su padre era un monstruo, quizá siempre vivió en una burbuja, evitando los problemas, no haciéndolos suyos, tanto que la pared que había creado no dejaba que ni la información pasase, así el daño sería menor, o incluso nulo.
De pronto notó como su cuerpo volvía a responder. Giró la cabeza y vio el sobre en la mesita, que no dudó en abrir mientras arropaba su propio cuerpo ajeno y comatoso.

La Luz.

1 comentario:

  1. Joder mira que es dificil poner un comentario en tu blog.. bueno a ver si esta vez.... // tu relato muy bueno, adictivo, pero no hagas como yo que los dejo a medias, jajajaj, espero el próximo capitulo con ganicas, esto es mejor que los fasciculos otoñales de los kioskos, ande va a parar¡¡¡¡¡¡

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