miércoles, 16 de febrero de 2011

Cinco días.


Llevo una semana atacado de los nervios.
Supongo que es normal.  Quedan cinco días para mi gran viaje. Tengo la sensación de olvidarme de un montón de cosas, se supone que un viaje así tiene que tener un montón de preparativos, horarios, alojamientos, contactos, vuelos, viajes en tren... Pero este viaje es distinto, es un viaje no preparado. Esto es llegar y buscarse la vida.
El viaje no ha empezado y ya han comenzado los problemas, la situación de Egipto ha hecho que el vuelo de El Cairo – Kuala Lumpur se cancele, después de un montón de llamadas, broncas, suplicas y mala leche, he conseguido que me ofrezcan un cambio a Bangkok. Parece poca cosa visto desde España, pero son casi 1300 Km de distancia, casi lo mismo que de Santander a Alemania.
Desde hace meses, exactamente desde que llegué a casa proveniente de India, he deseado largarme de nuevo, necesito vivir otra experiencia y siempre lo he vislumbrado desde el egoísmo, lo hago porque yo quiero, para mi propio beneficio. Pero resulta que ahora ya no es solo eso.  Desde que he empezado a hacer público este viaje he visto como la gente siente una envidia sana, todo el mundo me anima, todo el mundo se interesa y quiere tener noticias.
Un montón de personas les encantaría poder echarle huevos y lanzarse a la aventura como yo, sin un billete de vuelta... Últimamente he ido descubriendo que el hecho de hacer público la realización de uno de mis sueños ha despertado en los demás algo que no existía. Han visto que yo soy capaz, yo, sin ser nadie especial, sin ser alguien con una vida distinta a las demás, solo un currito más de esta sociedad terrible. Y si yo soy capaz de esto, ellos  lo son para cumplir sus sueños, para echarle huevos. Me llegan comentarios de amigos que dejan de lado el miedo que supone enfrentarse a lo desconocido, que ahora han decidido avanzar, que han visto mi ejemplo y quieren seguirlo. Mi sueño es mío, pero cada uno tiene el suyo,  unos quieren terminar una relación que les hunde, otros piensan en cambiar de ciudad y empezar de cero, otros se atreven a decir eso que llevan dentro desde hace meses...
Hay que encontrar el momento, yo lo he encontrado ahora. Esta decisión es como hacerse un tatuaje, yo llevo varios, cada uno con un significado, cada uno hecho en el preciso momento en el que tenía que hacerlo.
No es necesario comprar un billete y perderse en el culo del mundo, desde su casa puede cada uno hacer eso que lleva tiempo deseando.
Bueno, esto viene a que siento que mi decisión ha ayudado a otras personas a plantearse muchas cosas, y eso me encanta, disfruto viendo como una decisión egoísta se ha convertido en una forma de que despierte algo dentro de los demás.
Así que nada más, en cinco días comienza todo. No puede irme mal, dure lo que dure, estoy cumpliendo un sueño,
Existe un Blog ya no solo para contar las experiencias, sino para poder recordar esto para siempre. Se llama Arroz con Perro, si, un nombre de lo más peculiar, tanto como este viaje, pretendo que todo el mundo participe con sugerencias, consejos, animos, o lo que os de la gana. Todo será bienvenido.

Cinco días, nada más... voy a explotar.

jueves, 6 de enero de 2011

Sobre los motivos por los que viajar.


Conocer esas imágenes que solo ves en documentales, rellenar el disco duro con miles de fotografías que te hacen recordar cada momento, sentirte útil en más de una ocasión por tender la mano a un necesitado en los países más pobres del mundo, conocer a otros viajeros y que te cuenten sus experiencias... Hay miles de razones por las que cada uno puede decidir atarse fuerte las botas y largarse a la aventura. He de decir, que todas ellas son las que me enamoraron en mis aún escasos viajes y las que me llaman con más asiduidad de nuevo para tirarme al barro.  Pero además de todas estas razones, existe una  que más me grita desde lejos. La posibilidad de conocer gente que vive, sufre, ríe, sobrevive, ama y muere a miles de kilómetros de aquí, en culturas que jamás podemos concebir en esta sociedad de consumo, en la que precisamente en estas fechas, me siento menos cómodo.
En todas mis visitas a países lejanos he tenido más o menos relación con personas a las que no voy a olvidar, porque me han contado pesares que no quisiera yo para mis seres queridos, y me lo han contado con una sonrisa en la cara, como el que cuenta que se ha golpeado el meñique con la mesita al levantarse por la mañana. Al mirar a los ojos a estas personas, mientras te cuentan cosas como, yo no tengo dinero para comer, he sentido siempre una extraña sensación. Ellos son conscientes de que de esa situación no van a salir, porque no existe una oportunidad, o bien, porque tienen que huir del país en una balsa de neumáticos arriesgando su vida o perdiendo a su familia, porque han nacido en una familia que jamás va a poder mirar el futuro con ilusión pues, donde han nacido, van a morir debido a leyes ancestrales, o porque el dinero que le dan los turistas desde su ventajosa posición solo le va a dar para comprar carbón para quemar en las frías noches del desierto.  Y la sensación que me invade al ver los ojos tristes pero una sonrisa en la boca mientras cuentan penurias es la que me ha hecho adicto a recorrer el mundo. Personas que por haber nacido en un territorio delimitado por líneas imaginarias de un mapa no tiene una oportunidad, una esperanza, pero viven con lo mínimo y les es más que suficiente.

Este es Subhas. Le conocí en el lugar que más me ha gustado del mundo: Varanasi. El trabajaba en el hotel en el que me hospedé, si a eso se le puede llamar hotel. Es un chico para todo. Quiso subir las mochilas a la habitación, aunque prefería hacerlo yo, básicamente, porque pesaban y le saco dos cabezas. A él se le podía pedir una botella de agua a cualquier hora del día, intentaría conseguirte una que no estuviese rellenada del grifo, aunque no siempre lo conseguía. Te podía preparar un sándwich a altas horas de la noche, a pesar de intentar convencerle de que no era necesario. Te llevaba y te traía en barca por el Ganges, a 40 grados, a las 7 de la mañana, explicándote cada gath entre cuerpos incinerandose, cada puente y cada costumbre hindú. Sin duda, cuando vuelva a Varanasi, quiero buscarle y que vuelva a acompañarme por los callejones de la ciudad más sagrada de India.





Sonnu, sin duda, es una persona a la que es imposible no cogerle cariño. Conducía por las calles de Jaipur un rickshaw en cuya parte trasera podía leerse su lema personal: “Love is life”
En su guantera tenía un libro de visitas ajado y maltratado en el que varios turistas le agradecían la experiencia que supuso disfrutar de su compañía. Sonnu quiso demostrar el honor que supone que alguien que viene  de miles de kilómetros comiese en su casa, así que allí fui. El vive con sus padres y cuatro hermanos en el espacio que ocupan dos habitaciones y una cocina tan pequeña que parecía un armario. La madre cocinó la mejor comida que he probado en India y es alli donde nos explicó que el único sustento que tiene esa familia de siete personas son los dos rickshaws que poseen, con el inconveniente añadido de que el padre estaba muy enfermo y era incapaz de trabajar. Por lo que el dinero se reducía a la mitad. Para colmo, la licencia de Sonnu terminaba en unos días y tenía que dejar de ejercer su profesión ya que no podía pagar la renovación y menos, después de comprar medicinas para el padre a un precio altísimo incluso para un europeo. A pesar de todo, su familia era feliz por recibir una visita, realmente, en sus ojos se podía leer lo mismo que en la trasera del rickshaw: “Love is life”


La primera vez que vi a Umberto fue nada más llegar a Cuba, al salir por primera vez del hotel, lo primero que dijo al abrir la boca es: no quiero dinero, solo acompañarte y charlar un rato. Efectivamente, es lo que hizo. Caminando de un extremo al otro del Malecón habanero, decidió pagar de su bolsillo el que sería el mejor mojito que he probado en mi vida. Realmente, era una persona que deseaba salir de Cuba, como tantos otros, pero la posibilidad sin riesgo a morir es casi inexistente. Así que se conformaba con obtener información de la vida en Europa, ese lugar que solo conoce por lo que saca  a los turistas. A cambio, me hizo entender lo que es la vida en Cuba, eso que no explica Fidel (o Esteban como le llamaba él, por “Este Bandido”)en su propaganda panfletaria. Me hizo comprender como se puede vivir en el sur de la isla cuando cada dos años es azotada por un huracán. Me explicó lo poco que se puede hacer con los pesos cubanos que recibe del gobierno, con lo que solamente pueden comprar comida, y lo que pueden hacer con los pocos pesos convertibles que reciben del turista (en su caso, ninguno) Yo le contaba que en España hay pisos de un millón de Euros, lo cual no creo que llegase a comprender muy bien. El también me presentó a su familia, que una noche se encontraba en El Malecón compartiendo un buen ron cubano. Uno de los mejores momentos fue en el que me llevó a un Paladar a comer pechuga rellena y langosta, ¡exquisito!. Tenía con el dueño un trato, como tantos otros habaneros, tu me traes a diez clientes y yo os invito a cenar a tu mujer y a ti. Esto deja bastante claro la situación cubana. Dos días con él a cambio de algo de medicinas y los jabones del hotel.


Tengo montones de ejemplos igual de validos, pero quizá estos, son los que recuerdo con más cariño, probablemente, porque ellos me parecen buenísimas personas que viven una situación que no merecen. Y por que me alegro de haber estado allí para conocerlos, ayudarles con información que no les llega, las risas en un descanso que normalmente no tienen porque no pueden dejar de trabajar en todo el día o ayudando a pagar medicinas.
Ahora me toca afrontar un viaje de autentica aventura por diversos países de Asia, y la verdad es que estoy ansioso por volver a tratar con personas así, aprender de ellos y volver a sentir que la sociedad en la que vivo no es la que deseo.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Presente y futuro


A veces pienso si haber nacido como ser humano es una ventaja.
Tenemos esa capacidad única de poder imaginar lo que nos depara nuestra  vida, quien sabe si se trata del mismo instinto animal de anticipación al futuro, pero más desarrollado.  Cuando una presa ve a un depredador, por un instante ve el futuro, lleno de sangre y con una mandíbula clavada en su cuello, así que echa a correr. Pero donde está la ventaja del ser humano? Vale, yo veo en un callejón oscuro a cinco tíos con bates y se lo que me espera, así que como presa asustada también echo a correr, pero y cuando veo mi presente? Como se lo que viene después? Como se si  inscribiéndome a una oferta de empleo voy a tener ese puesto con veinte tios a mi cargo obedeciendo lo que yo les diga? Como se, mirando mi billete a Malasia que en seis meses voy a volver o si voy  a acabar perdido entre aldeanos en una selva de Laos? Como se, mientras toco unos pies fríos por la noche, que mañana desayunaré solo?  Como se, recordando el ultimo cigarro que fumé, si no es ese el que me ha provocado un cáncer de pulmón y la voy a cascar en cinco años?
Pues no lo se. Pero nos queda el presente, que ya es suficiente. Es lo único seguro. Pero, a pesar de ser humanos, somos animales, y el instinto está ahí, la preocupación, los miedos, las mierdas y el gran agujero oscuro que es el futuro.  Siempre he apoyado la gran verdad de que el futuro no existe y que “Carpe diem” es la mejor filosofía, pero en ocasiones me tiemblan las piernas y tengo que sentarme a reflexionar acerca de lo que quiero y el vértigo no es precisamente el de un funambulista. Nadie sabe realmente lo que quiere, básicamente, porque mañana aletea una mariposa en Arkansas y pasado el viento se ha llevado todo lo que esperabas de la vida, a pesar de ello, las ideas de por donde ir pisando están ahí, creyéndose ser pasos solidos, aunque puede que no lo sean tanto y tengas que confiar en la suerte, que en ocasiones se acerca tanto que te llega a tocar. Pero soy tan amigo de la suerte como del futuro.
En fin, hoy es uno de esos día en los que me han temblado las rodillas y una oscura sombra se ha cernido sobre mis últimas acciones. Pero el viento se lo ha llevado, al menos casi por completo, ha dejado ese resquicio para que ahora vuelva a mirarlo todo desde el punto de vista crítico pero sin llevarme a la depresión, momentánea, pero depresión.
Creo que lo más importante es confiar en nuestros actos, si se han pensado con un mínimo de seriedad. Intentar ser fuerte con nuestras convicciones, aunque no solo dependan de una persona y confiar en que los días venideros, cuando lleguen, también serán el presente y ya no nos preocuparemos por ellos.

martes, 16 de noviembre de 2010

Una voz ronca IV



La maquina a la que su cuerpo inerte estaba conectada seguía componiendo una música monótona y grotesca. En su aburrida mente, siempre despierta, los ecos de los pitidos eran gritos de dolor, gritos de ayuda, de un ser consciente que no puede salir de su encierro carnal.
Esa mañana, una enfermera se llevó su cascarón a una nueva prueba de escáner, esos picos de actividad resultaban ser sospechosos.
Si bien el pitido de la maquina ECG de la habitación, era desagradable, el ruido de la máquina de escáner se tornaba tortuoso.  Era como posar la cabeza junto a un yunque en una herrería medieval. Tras más o menos un minuto,  entre los martillazos tecnológicos, creía oír un susurro...  “cla..cla... cla...cla...levanta....cla...cla....”
La única persona con la que podía comunicarse. La única que parecía haberla ayudado a lo largo de su vida, le daba órdenes con su voz ronca ...levanta... A rastras salió del túnel, con su camisón blanco que aún tenía manchas de sangre, cosa curiosa, pues su cuerpo inconsciente dentro del escáner  tenía la ropa blanca.
Esta vez tampoco llegó a ver al hombre de la voz, estaba en un rincón oscuro dentro de la habitación, pero delante de él se encontraba el sobre, en el suelo.
Destello.

Dentro de una gran ciudad, el mundo gira a otra velocidad, culebras de luz blanca y roja reptan por las calles. El día deja paso a la luz, y la luz al día.

Aunque en los callejones nunca hay luz y nunca hay día.
Y allí estaba, en pie, mirando la negrura sin fondo de ese callejón que aún no había olvidado.
Recordaba perfectamente los vapores que salían de las alcantarillas, las ratas correteando por los rincones, los charcos que salían de los cubos de basura y la puerta trasera y roja de un pub por la que hace diez años salió a empujones.
Se la doblaron las rodillas por culpa del recuerdo, sus manos temblaban y su mente volvió a gritar visualizando aquella noche de sufrimiento. Aquella noche en la que fue violada por dos borrachos.
La puerta roja se abrió con un estruendo y ella se escondió rodando detrás de un contenedor, entre cartones, restos de comida y escombros.
Desde allí se vio a si misma cayendo al suelo húmedo, recibiendo patadas en las costillas. Era ella misma hace diez años siendo violada de nuevo.
Uno de los dos hombres se agachó hacia ella mientras el que quedaba de pie se bajaba la cremallera de los pantalones. Mientras su cara era aplastada en el suelo con una mano sudorosa notaba como otra mano se  deslizaba bajo su falda y le arrancaba las bragas.
Mil veces había recordado aquel momento, el sudor, la sangre, el aliento alcoholizado de dos sombras masculinas,  los golpes, la indefensión... Pero ahora tenía que verlo como una tercera persona, revivirlo como una primera.
Mientras uno de los violadores, de rodillas, agarraba su pelo y  le forzaba a abrir su boca el otro agarraba la poca ropa que le quedaba puesta, rota y sucia mientras destrozaba su vida desde atrás.
Desde la sombra que le proporcionaba el contenedor entre terror y lloros buscó con su mano algo que pudiese utilizar de arma. Encontró entre los escombros una tubería oxidada, respiró profundamente tres veces antes de salir corriendo hacia sus atacantes. Desde atrás y con un golpe en la cabeza derribó al que se encontraba de rodillas, la sangre salpicó su cara, caliente, pero tan reconfortante.
El que quedaba, tumbado sobre su víctima, dio un grito antes de recibir otro golpe en la clavícula... cayó rodando sobre el cuerpo inmóvil hasta quedar boca arriba retorciéndose de dolor,  la tubería se le clavó en el estómago, la sangre que escupía resbalaba por su cara, hasta que dejó de temblar.
Dos cadáveres, y dos mujeres ensangrentadas que en realidad era solo una... charcos de sangre y de la oscuridad de un callejón, el destello de luz.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Una voz ronca III


La Luz.

El sonido de las hojas la devolvió la consciencia. Ahora, se encontraba en un camino flanqueado por numerosos árboles. El mismo que tantas veces recorrió sola de casa al colegio. De su boca salió una sonrisa melancólica, que se borró en cuanto a su mente llegaron los recuerdos de aquella época. Desde los 8 había sido obesa, su madre no se preocupaba por que llevase una dieta apta para su edad, realmente, su madre no se preocupaba por nada. Ahora comprendía la razón. Tuvo que aguantar los insultos de todos los compañeros.
Siguió caminando por la arboleda, hasta llegar a su viejo colegio.
Se acercó a la verja y dirigió la mirada a un círculo de niños reunidos, lo que estaba en el centro del círculo no podía verse, quizá un gato muerto.
Reconoció a muchos de ellos, deseó tanto no tener que verles de nuevo…
Escuchó los cantos que de sus jóvenes gargantas salían.
-“Corred corred!! Guardad vuestras meriendas! O la pequeña niña bola os las quitará a todos.”
-“Corred corred!! Cerrad la puerta de vuestra casa!! O la pequeña niña gorda nos devorará a todos”.

Salieron corriendo. Y en el centro del círculo apareció una niña, ella misma, en el suelo, con su vestido rosa de volantes, ahora lleno de barro y chocolate de su propio bocadillo que le habían restregado por la cara y la ropa. Lloraba. Mientras masticaba los restos de su bocadillo. Los nervios le hacían comer como un animal hambriento. Nadie se dignaba a acercarse a consolarla, ni las profesoras que miraban y reían a escondidas.
Eran alrededor de las 6 de la tarde, estaba oscureciendo. Ella decidió esperar cerca del colegio, no quería que la pequeña niña tuviese ningún problema más.

Sonó la campana y comenzaron a salir niños en estampida, la última fue ella. Caminaba asustada, mirando a todas partes. Comiendo una barrita de chocolate. En la puerta esperaba su madre.
Observaba como se alejaban por un camino, mientras que por el contrario marchaban los niños que una hora antes la humillaron en el patio, iban todos juntitos, contentos por haber hecho imposible una vida escolar digna y su respectivo fracaso. Por haber creado eternos complejos en una niña que la durarían hasta los 27 años. Por crear a un ser mórbido y descontento con su vida.
Los niños avanzaban por el camino, mientras en la incipiente oscuridad, los pasos de la que ahora era mujer, avanzaban hacia ellos. La noche caía como un pesado manto.
Echó a correr hacia ellos, eran solo tres, empujando con fuerza al que estaba más a la derecha, de espaldas, en la noche, como un vulgar criminal, lanzó al niño 2 metros sobre la tierra, su maletín se abrió, salpicando el camino de libros y lápices afilados.
Ella agarró uno de ellos. Aprovechó que el niño del suelo estaba aparentemente inconsciente, para sujetar al más flacucho por la espalda, con el lápiz clavándose en su mejilla. Dirigió una mirada asesina al niño que aún quedaba libre, el miedo le había impedido salir corriendo.
“Escúchame niñato, he visto lo que habéis hecho hoy en el patio con esa pobre niña. Hoy va a ser el ultimo día, encargate de que todos los apestosos niños de tu colegio se enteren de que yo la protejo, y el que sea capaz de acercarse a ella, mirarla o hablarla jamás podrá dormir tranquilo”
El lápiz, que agarrado con fuerza ya estaba pinchado en la cara tierna del muchacho, avanzó hacia arriba, clavándose con fuerza en el ojo izquierdo.
¡¡Me has oído?!!
El chaval lloraba, mientras en sus pantalones iba creciendo una mancha húmeda.

Soltó el cuello que agarraba con fuerza y el joven cuerpo desmayado cayó al suelo.

Una luz la hizo regresar del viaje.
-Es extraño –escuchó decir a su doctor mientras la abría los parpados y pasaba ante ellos una pequeña linterna- Parece que su actividad cerebral ha sido estimulada por algo recientemente, hemos registrado los picos de actividad, y en estos últimos dos días ha habido dos momentos, que han durado varias horas.

-Es buena señal, doctor? –preguntó una voz masculina, que ni siquiera reconocía-
-Es posible que esté luchando contra el coma, pero no nos hagamos ilusiones por ahora.

martes, 5 de octubre de 2010

Una voz ronca II


Escuchó voces, sintió como caía hacia atrás.
La luz comenzaba a disiparse hasta dejar ver una nueva habitación, no la del hospital.
La reconoció enseguida, la cama con las sabanas rosas, los peluches sobre la cama, la casita de muñecas con el tejado roto.
Era su habitación de la infancia. Había preferido olvidarla tiempo atrás, fue un refugio en tiempos de guerra, por así decirlo.
Por cómo se encontraba la habitación ella dedujo que se encontraba alrededor de 1984, cuando solo contaba con tres años, más o menos. Apenas tenía recuerdos de esa época, solo de su habitación y del perro con el que jugaba, Tomás, era el nombre? Puede ser. Moriría dos inviernos más tarde.

Su cara era la de una persona que no se cree lo que está pasando, acababa de tener una regresión de 24 años en un solo segundo. Miraba su alrededor con una mezcla de miedo y añoranza. Hasta que un ruido la sacó de su ensimismamiento, el de un coche que aparcaba bajo la casa. Miró por la ventana, vio el sauce con las cadenas y el neumático que hacía veces de columpio. Y vio el coche, y la persona que salía de el.
Su Padre.
No sabía qué hacer, ella tenía su cuerpo adulto, no la reconocerían si la viesen, sería una extraña.
Así que decidió bajar sigilosamente las escaleras, tenía que saber por qué estaba allí, por que razón su espíritu, por llamarlo de alguna forma había retrocedido al pasado.
Se ocultó bajo las escaleras al mismo tiempo que se abría la puerta de la calle. Efectivamente, era su padre.
Se tambaleaba de una pared a otra, parece que había bebido más de la cuenta esa tarde.
En su mano llevaba una barra metálica y avanzaba torpemente mascullando frases en las que solo se entendía, “voy a matarte”.
De una patada abrió la puerta del salón donde una figura femenina comenzó a gritar a la vez que el. Era su madre.
El se abalanzó sobre ella, golpeándole las costillas, que sonaban rotas como ramas de árbol. Ella gritaba cada vez más, pidiendo ayuda.
“¡¡¡Cállate puta!!!”.

Bajo la escalera, los nervios invadían su cuerpo, su mente no lo pensó, salió corriendo de su escondrijo hacia el salón, saltó sobre su padre derribándolo y haciéndole soltar la barra metálica. La madre estaba asustada, sus negras pupilas reflejaron dos siluetas en lucha. La barra se hundió en un cráneo. El camisón de la madre se tiñó de rojo.


La Habitación se tiñó de blanco.

-Posiblemente la fusión sea para mayo del mes que viene. Pero no estoy tan seguro, ojalá. Al menos ese ascenso me sirva para seguir pagando los costes del hospital.

Era su pareja, que agarrándole la mano, le contaba sus miserias del trabajo.

Había vuelto-
A la cama, a su coma.

Dejó de escuchar a su pareja, estaba harta de los problemas de su trabajo.
Dedicó esos momentos a pensar en la experiencia que acababa de vivir. Aún no sabía responder a todas las preguntas que se le pasaban por la cabeza.
Ha sido real?
Es un sueño?
Donde está el sobre?
Y el hombre de la voz ronca?


Tan ocupada estaba en sus propios pensamientos que no se dio cuenta de que su pareja se había marchado hacía rato y que era su madre la que le hablaba ahora.

-Mi niña, te debo tanto, tal es la compañía que me hiciste cuando murió tu padre, a manos de aquella mujer. Te debo tanto. Que estuvieses allí cuando ni siquiera eras consciente de los maltratos, ni supiste de la muerte de tu padre. Nunca te lo conté, he creído que este era un buen momento, pues nunca tuve valor para dejar de engañarte, tu padre merecía lo que le pasó. Te imaginas haber llevado una vida así por siempre? El miedo no me habría dejado abandonarle, ya me conoces. Habría estado fingiendo llevar un matrimonio feliz durante años. Ojalá pudiese ver a esa mujer de nuevo, ojalá reconociese su cara para darle gracias por salvarme la vida.



Comenzó a darse cuenta de lo que estaba pasando, había retrocedido al pasado, eso era seguro, pero había cambiado el futuro y le había mejorado, a pesar de no conocer la realidad que la envolvía, de no saber que su madre había sido maltratada durante años. Ahora se podía escuchar su voz, mucho más rejuvenecida, seguramente, si pudiese verle la cara, la vería más joven. 24 años sin notar la carga del maltrato.
Era de noche. Ella se juzgaba a si misma por no haberse dado cuenta antes de que su padre era un monstruo, quizá siempre vivió en una burbuja, evitando los problemas, no haciéndolos suyos, tanto que la pared que había creado no dejaba que ni la información pasase, así el daño sería menor, o incluso nulo.
De pronto notó como su cuerpo volvía a responder. Giró la cabeza y vio el sobre en la mesita, que no dudó en abrir mientras arropaba su propio cuerpo ajeno y comatoso.

La Luz.