Llevaba meses soñando con una voz que le prometía la vida que había deseado, le había enseñado en sueños que todo es posible, incluso le había permitido palpar esa felicidad que anhelaba en su vida no onírica.
Se despertó con la mente llena de lágrimas, hoy no salgo de la cama –pensó.
Que se pare el mundo que yo me bajo.
Pero sonó el teléfono, de forma demasiado temprana.
-Si?
-Lo he dejado donde he creído conveniente. Ve a buscar un sobre a la oficina de correos y sigue las indicaciones.
-Eres tú? Eres la voz?
La voz dejó de hablar.
Se vistió tras una ducha rápida, cogió el coche y salió para la oficina, aún sabiendo que se encontraría cerrada por un par de horas más.
Era de noche y llovía, como casi todos los otoños.
Pero no en todas las madrugadas se tiene un accidente de tráfico que te envía al hospital en coma.
Durante 14 meses recibió múltiples visitas, amigos que no sabían que decir ante un cuerpo aparentemente vacío.
Sus padres, que no dejaban de llorar en cada visita, repitiendo, “te pondrás bien” A modo de mantra.
Su pareja, que cada noche montaba guardia frente a su cama, contándole historias que se inventaba al momento, o las putadas recibidas en su trabajo.
Lo que ellos no sabían era que desde el primer momento era consciente de lo que ocurría a su alrededor, escuchó el silencio de sus amigos, las repeticiones de sus padres y las historias de su pareja. Notaba como las enfermeras aseaban su cuerpo cada mañana, añadiendo a su estado físico una pesada carga de vergüenza. Notaba cada gota de suero atravesando la vía, durante 14 meses. Estaba en su mundo negro de sonidos como un preso que espera a que llegue su momento. Día tras día, semana tras semana, sonda tras sonda.
Hasta que llegó el, con su voz ronca, tan característica, tan conocida y a la vez desconocida, la voz que escuchara un año atrás por teléfono, la voz que provocó el accidente.
-No cumpliste el trato, dejé un sobre en correos y jamás fuiste a buscarlo.
Solo podía contestar pensando.
-Acaso no te das cuenta de donde estoy, en qué estado?
-Eso no es una excusa.
Su pulso se modificó sensiblemente, al igual que las ondas cerebrales que un monitor registraba en cada momento.
-Estoy hablando? Has podido escucharme?
-Hay muchas formas de hablar, al igual que muchas de vivir. Tú has decidido optar por una vida de oscuridad, donde tu cuerpo no responde, donde tus ojos no ven en vez de decidirte por lo que yo te ofrecía.
-no!!, fue un accidente, yo quería recoger esa carta, pero el destino no quiso que llegase a ella.
-No culpes al destino, siempre encuentras una excusa.
Que has hecho en este ultimo año? Deja que yo responda por ti. Solo te has limitado a escuchar, a desear salir de tu situación, a volver a la vida. Pero te has olvidado de tu primer deseo, has olvidado que odiabas tu vida y te odiabas a ti, que odiabas cada minuto que cambiaba en tu reloj. Y ahora estás aquí, en una cama, deseando tener lo que por fin habías perdido.
Fui yo quien te llamé esa mañana, haciendo que montaras en tu coche y perdieras el control, fui yo quien te ha otorgado la posibilidad del cambio y lo has desperdiciado en una prisión corporal.
Hoy vengo a ti para solucionar tu problema de tan fácil solución.
Así que despierta, recoge tu carta y comienza a seguir mis indicaciones.
Abrió suavemente los ojos, le dolían con la luz blanca de la habitación. Miró fijamente a la silueta oscura que borrosamente le hablaba.
-Despierta, tienes una misión que cumplir.
Y marchó.
Se sentó al borde de la cama, miró su brazo, no había ningún tubo, nada, miró su cuerpo, una túnica blanca, resplandeciente. Miró la mesita, con flores, y con un sobre.
En un pequeño sofá junto a la cama, su pareja dormía y en sus manos, la mano de una persona que estaba tumbada en la cama. Un cuerpo femenino, el suyo propio que enganchado a una máquina parecía no tener vida.
Recogió el sobre de la mesita y se dispuso a abrirlo.
La luz que emanaba iluminó la habitación, la cegó por completo...
Se despertó con la mente llena de lágrimas, hoy no salgo de la cama –pensó.
Que se pare el mundo que yo me bajo.
Pero sonó el teléfono, de forma demasiado temprana.
-Si?
-Lo he dejado donde he creído conveniente. Ve a buscar un sobre a la oficina de correos y sigue las indicaciones.
-Eres tú? Eres la voz?
La voz dejó de hablar.
Se vistió tras una ducha rápida, cogió el coche y salió para la oficina, aún sabiendo que se encontraría cerrada por un par de horas más.
Era de noche y llovía, como casi todos los otoños.
Pero no en todas las madrugadas se tiene un accidente de tráfico que te envía al hospital en coma.
Durante 14 meses recibió múltiples visitas, amigos que no sabían que decir ante un cuerpo aparentemente vacío.
Sus padres, que no dejaban de llorar en cada visita, repitiendo, “te pondrás bien” A modo de mantra.
Su pareja, que cada noche montaba guardia frente a su cama, contándole historias que se inventaba al momento, o las putadas recibidas en su trabajo.
Lo que ellos no sabían era que desde el primer momento era consciente de lo que ocurría a su alrededor, escuchó el silencio de sus amigos, las repeticiones de sus padres y las historias de su pareja. Notaba como las enfermeras aseaban su cuerpo cada mañana, añadiendo a su estado físico una pesada carga de vergüenza. Notaba cada gota de suero atravesando la vía, durante 14 meses. Estaba en su mundo negro de sonidos como un preso que espera a que llegue su momento. Día tras día, semana tras semana, sonda tras sonda.
Hasta que llegó el, con su voz ronca, tan característica, tan conocida y a la vez desconocida, la voz que escuchara un año atrás por teléfono, la voz que provocó el accidente.
-No cumpliste el trato, dejé un sobre en correos y jamás fuiste a buscarlo.
Solo podía contestar pensando.
-Acaso no te das cuenta de donde estoy, en qué estado?
-Eso no es una excusa.
Su pulso se modificó sensiblemente, al igual que las ondas cerebrales que un monitor registraba en cada momento.
-Estoy hablando? Has podido escucharme?
-Hay muchas formas de hablar, al igual que muchas de vivir. Tú has decidido optar por una vida de oscuridad, donde tu cuerpo no responde, donde tus ojos no ven en vez de decidirte por lo que yo te ofrecía.
-no!!, fue un accidente, yo quería recoger esa carta, pero el destino no quiso que llegase a ella.
-No culpes al destino, siempre encuentras una excusa.
Que has hecho en este ultimo año? Deja que yo responda por ti. Solo te has limitado a escuchar, a desear salir de tu situación, a volver a la vida. Pero te has olvidado de tu primer deseo, has olvidado que odiabas tu vida y te odiabas a ti, que odiabas cada minuto que cambiaba en tu reloj. Y ahora estás aquí, en una cama, deseando tener lo que por fin habías perdido.
Fui yo quien te llamé esa mañana, haciendo que montaras en tu coche y perdieras el control, fui yo quien te ha otorgado la posibilidad del cambio y lo has desperdiciado en una prisión corporal.
Hoy vengo a ti para solucionar tu problema de tan fácil solución.
Así que despierta, recoge tu carta y comienza a seguir mis indicaciones.
Abrió suavemente los ojos, le dolían con la luz blanca de la habitación. Miró fijamente a la silueta oscura que borrosamente le hablaba.
-Despierta, tienes una misión que cumplir.
Y marchó.
Se sentó al borde de la cama, miró su brazo, no había ningún tubo, nada, miró su cuerpo, una túnica blanca, resplandeciente. Miró la mesita, con flores, y con un sobre.
En un pequeño sofá junto a la cama, su pareja dormía y en sus manos, la mano de una persona que estaba tumbada en la cama. Un cuerpo femenino, el suyo propio que enganchado a una máquina parecía no tener vida.
Recogió el sobre de la mesita y se dispuso a abrirlo.
La luz que emanaba iluminó la habitación, la cegó por completo...
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